ENTREVISTA AL SENSEI ALBERTO RUIZ (PARTE II)

CR: ¿Por qué decidiste abrir tu dojo en Palma de Mallorca?

AR: Aunque ya he respondido parcialmente a esta pregunta antes, lo cierto es que siempre
tuve un cariño especial por Mallorca, desde mi época de estudiante. 

Mi mujer estudiaba aquí cuando éramos novios, y muchos de nuestros mejores recuerdos como pareja están ligados a la isla. Es posible que ese vínculo emocional influyera más de lo que pensamos a la
hora de tomar la decisión de mudarnos. No lo sé con certeza. Hay cosas que suceden sin una explicación racional.

Lo que sí sé es que estábamos aquí, y aquí se nos dieron las oportunidades. Fue una
mezcla entre destino y ocasión. Mallorca no solo nos recibió; nos abrazó. Y así fue como
abrí el dojo. No fue un plan milimétrico, sino más bien un impulso sincero y natural, como si
el camino hubiera estado trazado mucho antes.

CR: ¿Tuviste dificultades con otros senseis de karate o de otras disciplinas marciales al
fundar tu escuela?

AR: La verdad es que no. Tuve la oportunidad de conocer a varios senseis de distintos
estilos de karate, ademas de otras artes, y siempre me recibieron con respeto.

Algunos me comentaron que abrir una nueva escuela en Mallorca sería complicado, ya que existen muchos dojos consolidados desde hace años, con grandes maestros, y la isla no es especialmente extensa.

Si me paro a pensar, quizás al principio hubo cierto cuestionamiento hacia el enfoque que proponía. Plantear un modelo que rompiera con algunos formatos tradicionales podría parecer arriesgado, y entiendo que despertara curiosidad.
Sin embargo, mi intención nunca fue contradecir, sino ampliar. Quise construir un espacio que respetara profundamente las raíces del karate, pero que también dialogara con el presente. Un lugar donde cada practicante pudiera descubrir su propio ritmo dentro del arte.

Algo que valoro enormemente en el mundo de las artes marciales es la calidez y el respeto entre compañeros. Y si me cruzara con alguien que no actúe con ese espíritu, simplemente
no lo consideraría un verdadero artista marcial.

 

Esta es la parte final de una entrevista de karate al sensei Alberto Ruiz, fundador de Goju Ryu Studio en Palma de Mallorca. Para ver la primera parte, pincha aquí.

en el dojo debatimos sobre cobra kai y otros animes de combate que están de moda entre los chavales. Las discusiones pueden volverse ¡épicas!

CR: He notado que utilizas un bonsái como emblema de tu escuela. ¿Tiene alguna relación
con el universo de Karate Kid o con el Miyagi-Do de la serie Cobra Kai en Netflix?

AR: ¡Jajaja, esa pregunta siempre me saca una sonrisa! Por supuesto que sí; crecí con
pasión por la cultura pop y el mundo audiovisual. De hecho, soy licenciado en Publicidad,
así que cuando fundé Goju Ryu Studio, no pude resistirme a hacer ese pequeño guiño a la
película de Karate Kid. El nombre de Miyagi no es casualidad: también hace referencia al
fundador del estilo Goju Ryu, lo que lo hace aún más especial.

Lo curioso es que, sin buscarlo, ese guiño terminó siendo un acierto tremendo. Tras el
confinamiento por la pandemia (Covid-19), muchos chicos ya habían visto la primera temporada de
Cobra Kai y reconocieron el bonsái de nuestro logo como una referencia al estilo Miyagi.
Fue una suerte inesperada, ¡y gracias a eso encontraron su camino al dojo!

Como anécdota divertida te contaré que un maestro de karate me escribió preguntando si podía
tatuarse nuestro escudo, porque sentía que el bonsái tenía una conexión muy profunda con
Okinawa. Yo no estoy seguro de si eso es históricamente cierto, pero sí sé que el bonsái
tiene que ver con Karate Kid… ¡jajaja! Incluso el padre de una alumna se ha tatuado
también nuestro escudo. Es increíble lo que un símbolo puede llegar a representar.
A veces me pregunto si seré yo el próximo en tatuarme.

CR: ¿Qué opinas sobre la serie Cobra Kai?

AR: El primer capítulo de la primera temporada me pareció magistral, tanto en ritmo como
en cómo revive el espíritu ochentero de la saga. Aunque diría que el público objetivo de la
serie en general son los adolescentes, no puedo negar que tiene su encanto.

Ni la película ni la serie son referentes técnicos del karate, eso está claro —no vas a ver un bunkai impecable, ni un kata con precisión japonesa— pero hay que reconocerles algo:
aportan muchísimo a la cultura pop actual. Han despertado el interés por el karate en toda
una nueva generación, y eso ya es decir mucho.

Y por supuesto que he visto la serie, al igual que otros animes de combate que están de
moda entre los chavales, y a veces las discusiones con mis alumnos sobre qué personaje
nos gusta más pueden volverse ¡épicas!

Me encanta ver cómo se meten en el universo y
debaten con pasión. En el fondo, todo esto contribuye a que el dojo sea también un lugar
donde se construyen historias y recuerdos, lo cual es de las cosas más importantes para mí.

 

CR: Como profesional de un arte marcial tradicional, ¿qué opinión tienes sobre las artes
marciales mixtas, como la UFC?

AR: La verdad es que no sigo demasiado el mundo de los deportes de combate, pero si
algo tengo claro es que esos luchadores son los gladiadores del siglo XXI. No solo dominan
múltiples disciplinas, también mantienen un nivel físico impresionante: auténticos
deportistas de élite, auténticos guerreros.


Es innegable el valor documental que han aportado las MMA. A veces me salen shorts o
reels en redes sociales y pienso: “¡Mira! Esa técnica se parece muchísimo a lo que se
enseña en tal o cual kata.” Son, en muchos sentidos, un laboratorio vivo del combate.


Creo firmemente que hay espacio en el mundo de las artes marciales para objetivos
distintos. De hecho, las MMA hoy en día ya se han convertido en un arte o disciplina en sí
misma; pero muchos de sus luchadores provienen de escuelas más tradicionales, y a veces
es precioso observar cómo su lenguaje corporal refleja ese legado.


No es un camino que yo elegiría. Cuando me enamoré del karate, lo hice por todo ese
universo simbólico que rodea al maestro calmado y sabio, algo así como un caballero que
sabe usar la pluma y el puño, y que desencripta ese conocimiento ancestral oculto en los
katas. Ese ideal ya no es tan popular hoy por hoy, pero los tiempos cambian, y las artes
marciales se adaptan. El cambio es la única constante en la vida.

CR: ¿Te gustaría impartir seminarios dentro y fuera de España? ¿Tienes planes de expansión para que tus enseñanzas lleguen a más personas?

AR: Crear una escuela desde cero es como la practica del karate: se cuece a fuego muy
lento. En este momento, mi energía está puesta por completo en mis alumnos. Empecé con
esto porque me encanta el karate, pero si hay algo que me gusta aún más, es la comunidad
que hemos construido en Goju Ryu Studio.

Ver crecer a los pequeños, acompañarlos en su desarrollo, ser parte de su maduración…
poder aconsejarlos cuando lo necesitan y recibir el cariño de padres y alumnos… todo eso
vale para mí mucho más que cualquier técnica. Somos una familia que ha creado lazos
verdaderos a través de la práctica del karate. Y como familia que somos, creceremos —o
no—, pero será de forma orgánica.

Claro que ya tengo algunos alumnos que, en el futuro, podrían llegar a ser maravillosos
maestros, no solo por su técnica, sino por su calidad humana. Si deciden recorrer ese
camino, yo estaré ahí para apoyarlos, para viajar a sus dojos, para mantener viva nuestra
conexión.

Además, hasta ahora he sido yo quien va a visitar a los maestros. Aún soy joven y sigo
nutriéndome de aquello que resuena con mi forma de entender el karate.

¿sabes?, algo que me ha encantado de los últimos años es que he podido llevar conmigo a alumnos
que comenzaron siendo niños en el dojo, y que hoy han tenido la oportunidad de entrenar
con maestros de primer nivel como el sensei Akihito Yagi o el propio sensei Taira. Quiero
que vean de primera mano a los últimos guardianes de nuestro arte.

¿Si debo enseñar más allá de mi dojo? Solo Dios lo sabe. Yo, por ahora, estoy feliz donde
estoy.

CR: ¿A quién deseas agradecer especialmente y qué más te gustaría añadir para cerrar
esta entrevista?

AR: Por dónde empezar… tengo mucho que agradecer y mucho que honrar. Por supuesto,
a mis padres: mi padre, que por raíces me dio una profesión, y mi madre, que trabajó
incansablemente para criar a dos niños y lograr que saliéramos medianamente bien
—¡jajaja!—.

A mi mujer, Carolina, que siempre ha estado ahí, aguantando y apoyando incluso cuando
este proyecto no era más que una idea. Su confianza, incluso en los momentos más
inciertos, ha sido un pilar fundamental.

A todos mis alumnos y sus padres, sin ellos esto no tendría sentido; a Dios que siempre me ha puesto en contacto con las personas adecuadas, ya sea para
aprender lecciones valiosas o para que surgieran oportunidades como esta entrevista. 

Gracias también a ti.

Arigato Gozaimashita.

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